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Salidita

Me cambié de ropa cinco veces, dos de zapatos y estuve cuarenta minutos resolviendo qué iba a hacer con el pelo. Como si a los tipos les interesara. Es lo que me había dicho mi mejor amiga, siempre tan confiada en mi capacidad de gustar. Las amigas confían en una más que una. El baño había quedado hecho un chiquero, no tenía tiempo, energía ni ganas de ponerme a secarlo, toda la atención estaba en el vestidito floreado y las sandalias y el brushing que no terminaba de quedarme bien. No sé hacerlo. La curva del flequillo estaba deforme, no era una curva, no sé qué era. Me pinté los labios y me puse unos aros nuevos. Cuando miré la hora, salí disparada (previas fotos por whatsapp a mi amiga, y su ok), subí al remís y me bajé en el bar acordado. Los nervios que tenía hicieron que me tropezara con una baldosa al bajar, aún así logré no caerme. En realidad me doblé el tobillo pero hice toda la fuerza que pude para negarlo: no pasó nada. Con el tobillo en franca hinchazón, rengueé y entré, me acomodé el pelo y me aseguré la carterita en el brazo izquierdo. Dolía pero no podía darle lugar a eso.

Chau pie, calmate, esto es más importante que vos.

Me quedé un par de segundos mirando hacia adentro, recorrí rapidito las mesas con la vista y ahí vi una mano que me hacía una seña: su mano.

Bueh, no viene a buscarme, me indica dónde está.

Ahí fui con mi negado pie, mi carterita y mi pelo. Cuando se paró para darme un beso en la mejilla casi me muero. No podía ser tan hermoso. Yo ya lo conocía, ya nos habíamos visto en el trabajo. Pero así, ahora, parecía otro. Segunda negación: no es tan hermoso, no te ponés nerviosa, acá no pasa nada.

Me muero, lo que me gusta este tipo.

Fuerza en la cara, en la expresión, para que no se me note. Fuerza para soportar el tobillo.

Se me cae el flequillo, para qué me habré hecho el brushing éste si no sé hacerlo y siempre me queda mal.

Me senté y pedimos una cerveza y el menú para comer algo.

¿Abro demasiado la boca cuando me río? No está bueno, a ver si me puedo reír más discreta.

Él tenía un perfume que me penetraba como hacía rato no me penetraban. Me dediqué a mirarlo con detalle pero sin que se notara. ¿Se habría dado cuenta de eso?

Son medio boludos los hombres, incluso éste que me gusta más que tomar sol en el Caribe.

No, nunca fui al Caribe. No creía que se diera cuenta pero no podía desechar esa posibilidad. Me pareció mejor dedicarme a escucharlo. Jesusito, qué voz. Qué voz. Qué sé yo qué decía. Yo le miraba la boca y escuchaba su voz.

¿Y qué hago con esta voz de pito, que heredé de mi vieja? A ver si puedo hablar un poco más grave. Pero no tanto porque va a sonar raro.

El pie me estaba matando. El no-pie.

Nada, no me doblé, nada me duele, estoy espléndida, me río con la boca cerrada y me callo cuando él habla. Qué carajo está diciendo, no me puedo concentrar. Uy, me preguntó algo. Llegó mi momento. Tranquila, contestá tranquila, respirá, tarada. Y sacate ese flequillo de la cara que te quedó horrible.

Dije algo, no sé, algo del trabajo, algo de la facultad, algo del gobierno, me perdí.

Necesito que ese perfume me penetre más profundamente, sólo sería posible si nos acercáramos, pero no voy a hacer papelones. Bastante que me estoy aguantando lo del tobillo y el pelo. ¿Me sonrió? ¿me canchereó? ¿Me está seduciendo? Me muero. Qué carajo dijo, le tengo que seguir el hilo y la cerveza ya me está haciendo efecto. Má sí, yo me río como me río, si abro demasiado la boca qué sé yo, que admire mis muelas.

Nos trajeron la pizza y ahí me preocupé por comer como una señorita, como me enseñaron en casa.

¿Cómo mierda comen las señoritas? Así, con la boca cerrada, de a bocados chiquitos, usan mucho la servilleta. Pero con el hambre que tengo y esta cerveza que me da vueltas, va a estar difícil comer como una señorita.

Él comía como un tipo y eso estaba bien, muy bien.

Uh, otra vez cambió de tema.

Me preguntó mi opinión y yo solamente trataba de encontrar alguna. Alguna opinión, digo. Algo para decir, con la boca llena de queso de pizza y modales más o menos señorísticos.

¿Se rió de nuevo? No se rió, “me” sonrió. No, si este chabón ya cayó, eh. Ya cayó. Ya me di cuenta. Le importa un huevo el flequillo y la voz de pito, este tipo está conmigo. Al pie ni lo siento y si me paro ahora para ir al baño, me voy a tener que apoyar en las paredes. Otra cerveza y ahora se cambió de lugar. ¡Se cambió de lugar y se sentó al lado mío!

Me quería morir de la vergüenza y la calentura. No sería muy de dama, pero a mí ya me había empezado a penetrar el perfume ése. Me estaba haciendo pis. Si no me levantaba pronto, me meaba encima. Pero ahora la que se hizo la canchera fui yo.

Aguanto, total, ahora que lo tengo cerca y que lo del pie desapareció, yo aprovecho. Me parece que le voy a dar un beso. Me parece. Pero tengo la boca llena de comida, mejor no. Ya vengo, voy al baño. ¡Epa! Mejor que camine despacito porque no llego entera, me da vueltas todo.

El baño estaba casi vacío gracias al Universo, como me enseñó mi amiga. Todo hay que pedirle al Universo porque es más copado que Dios para hacerle pedidos. Y el tema de las energías y todo eso, ella sabe bien.

Ah, pero mirá mi cara, ya se me corrió el rimmel y del pelo mejor ni hablar. Me pillo, que desocupen el baño pronto porque me pillo. Al fin, nena, al fin, dejame pasar.

Mientras  tambaleaba sobre el inodoro sin sentarme y hacía trabajabar los músculos de las piernas que hacía tanto no trabajaban, pensé que esto no iba a andar. Fue como un rayo, una luz, una revelación del fucking Universo.

Esto no va a andar.

Salí del baño con la convicción de que este principio era un final. Caminé directamente hasta mi habitación, me tiré sobre la cama, casi vuelco el vaso con agua que tenía sobre la mesa de luz. Miré hacia el no-pie y tenía el tobillo morado. La habitación era un desastre, el secador de pelo debajo de una pila de remeras, los zapatos fuera del placard, amontonados al pie de la cama, el vestido floreado hecho un bollo.

KLIMT

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